“¡Solos,
sin Jesús, no podemos hacer nada!”, palabras del Papa Francisco en la
celebración de la Ascensión
El domingo 1 de Junio, en el
Regina Coeli, el Papa Francisco desentrañaba el carácter misionero de la Fiesta
de la Ascensión: sin Jesús no podemos hacer nada.
“Jesús, cuando vuelve al Cielo lleva al
Padre un regalo. ¿Cuál es el regalo? Sus llagas. Su cuerpo es bellísimo, sin
moratones, sin heridas de la flagelación, pero conserva las llagas. Cuando
vuelve al Padre le muestra las llagas y le dice: ‘Mira, Padre, este es el
precio del perdón que das’. Cuando el Padre ve las llagas de Jesús nos perdona
siempre, no porque nosotros seamos buenos, sino porque Jesús ha pagado por
nosotros. Mirando las plagas de Jesús, el Padre se vuelve más misericordioso.
Esta es la gran tarea de Jesús hoy en el Cielo: hacer ver al Padre el precio
del perdón, sus llagas. Esto es algo hermoso que nos empuja a no tener miedo de
pedir el perdón; el Padre siempre perdona, porque mira las llagas de Jesús,
mira nuestro pecado y lo perdona.
Pero Jesús está presente también mediante
la Iglesia, que Él ha enviado a prolongar su misión. La última palabra de Jesús
a los discípulos es el mandato de partir: «Id y haced discípulos a todos los
pueblos» (Mt 28, 19). Es un mandato preciso, ¡no es facultativo! La comunidad
cristiana es una comunidad ‘en salida’, ‘en partida’. Es más: La Iglesia ha
nacido ‘en salida’. Y me diréis: pero, ¿las comunidades de clausura? Sí,
también ellas, porque están siempre ‘en salida’ con la oración, con el corazón
abierto al mundo, a los horizontes de Dios. ¿Y los ancianos, los enfermos?
También ellos, con la oración y la unión a las llagas de Jesús.
A sus discípulos misioneros Jesús dice: «Yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». ¡Solos, sin Jesús,
no podemos hacer nada! En la obra apostólica no bastan nuestras fuerzas,
nuestros recursos, nuestras estructuras, aunque sean necesarias. Sin la
presencia del Señor y la fuerza de su Espíritu nuestro trabajo, por bien
organizado que esté, resulta ineficaz. Y por eso vamos a decir a la gente quién
es Jesús.
Y junto a Jesús nos acompaña María nuestra
Madre. Ella ya está en la casa del Padre, es Reina del Cielo y así la invocamos
en este tiempo; pero, como Jesús, está con nosotros, camina con nosotros, es la
Madre de nuestra esperanza”.
El Papa
terminó sus palabras con un recuerdo a las víctimas de las tensiones que
continúan en Ucrania y en la República Centroafricana, pidiendo la intercesión
de María, Reina de la Paz.