Ciertamente vivimos en un mundo de tinieblas y gracias a Dios, firmes en la Fe, los cristianos y en especial los sacerdotes y misioneros son luz del mundo. Esta luz recibida de Dios es la que tenemos que acoger en nuestros corazones y llevar hasta los confines de la tierra, ¡que brille!, empezando por nuestro corazón y alma.