Comunicado de Anastasio Gil García, director de Obras
Misionales Pontificias España, con motivo del asesinato de la misionera Isabel
Solá en Haití
(Madrid, 03/09/2016)
Obras Misionales Pontificias (OMP)
España, en nombre de los 13.000 misioneros españoles repartidos por el mundo,
se une al dolor y a la oración de la familia de Isabel Solá y de la
congregación Jesús y María, por el terrible asesinato de esta misionera que
estaba dando su vida con los más pobres, y que finalmente ha culminado con el
derramamiento de su sangre.
Con ella, cerca de 20 misioneros españoles están en Haití haciendo presente el rostro cercano y misericordioso de Dios. Sirva como muestra de esta fidelidad el testimonio que recibimos de Isabel Solá después de sobrevivir al terremoto que asoló el país.
Con ella, cerca de 20 misioneros españoles están en Haití haciendo presente el rostro cercano y misericordioso de Dios. Sirva como muestra de esta fidelidad el testimonio que recibimos de Isabel Solá después de sobrevivir al terremoto que asoló el país.
Pedimos a Dios nuestro padre el don de la
conversión de los asesinos y del perdón para todos nosotros.
Anastasio Gil, director nacional de OMP
España
A continuación,
compartimos el testimonio que Isabel Solá nos envió en 2011, después de
sobrevivir al terremoto que asoló a Haití:
22 de Julio de 2011
Cuando volé hacia Haití hace tres años,
recuerdo el desgarro que sentí por lo que deje en África, el vértigo del
salto que me tocaba dar hacia lo desconocido y a la vez recuerdo
también la libertad que me daba la decisión de dejarlo todo una vez
más por ayudar a construir ese Reino que siempre creí que Dios tiene
pensado para nosotros.
Lo que no me podía ni imaginar cuando
volaba hacia Haití era todo lo que me esperaba en este pequeño y sufrido
país. Y esas son las sorpresas y lecciones que Dios nos tiene preparadas.
Para empezar no me podía imaginar lo que
era realmente la miseria de Puerto Príncipe, pero tampoco lo impotente
que me iba a sentir en medio de ella. De tal modo, que al final, para poder
vivir allí, tuve que comprender y aceptar que no estaba allí para salvar a
nadie o para cambiar nada. Y ni por asomo me podía imaginar que un
terremoto me iba hacer bajar la cabeza literal y espiritualmente hasta hacerme
comprender profundamente que el único que salva es Jesús. No me podía imaginar
que me iba a tocar sobrevivir una de las mayores catástrofes de la
historia y que esto cambiaría radicalmente mi concepción de la vida, del
sufrimiento, de la muerte y de la fe.
Después de vivir algo así, he
experimentando cada día como un regalo de Dios y que no merecemos nada, todo es
don, tanto lo que consideramos bueno como lo malo: que el sufrimiento no es
algo malo que nos ocurre sino una lección que no hay que saltarse porque nos
hace más humanos y menos ambiciosos. Tras el terremoto, la tentación del desaliento
y de la queja a Dios era enorme. Estuve muy triste, desanimada,
chocada y rebelde. Me reprochaba a mi misma haber salido con vida y como
muchos, me preguntaba por qué Dios permitía algo así en un pueblo tan castigado
a lo largo de la historia. Pero el pueblo haitiano nunca tuvo esa
reacción: Rezar, aceptar, cantar y pedir fortaleza. Esa ha sido su reacción. En
lugar de quejarse y rebelarse, han pedido coraje y fuerza para llevar el
sufrimiento. Tanto sufrimiento ha hecho de ellos un pueblo tremendamente
humano, humilde y valiente. Entre los escombros volvían a plantar sus
sombrillas para seguir vendiendo y ganarse la vida. La vida continúa y Dios
está con nosotros. Esa era su única certeza. Mientras yo me lamentaba, ellos
seguían caminando. Los escuche cantar con lagrimas "Gracias,
Señor!" y eso desmonto todos mis esquemas, aun sin acabarlo de entender.
No sé por que, pero aunque mi cabeza no lo entiende, mi corazón, si.
Mi vida religiosa la siento, ahora más
que nunca, como un regalo que no merezco, así como la vida que Dios me ha
querido guardar, entiendo que mi misión en esta vida no es hacer y hacer, sino
de ser y ser.porque por muchos proyectos, trabajos, planes que esté
llevando adelante, al final lo más importante es lo que somos y no lo que
hacemos. No creo que Dios me haya mantenido con vida solo para hacer algo.
porque yo no puedo salvar nada ni a nadie pero puedo ser una hermana para mis
hermanos. Y es lo único que ahora me importa.
Tengo la curiosa experiencia de que me
falta todo y me sobra todo. Si entendéis eso, quizás es porque también,
alguna vez, os paso un terremoto por encima que os aplastó, os derrumbó, os
machacó, os hirió, os amputó . pero no acabó con lo más importante, que
es las ganas de vivir, de creer y quizás de servir. No deseo el
sufrimiento a nadie, por supuesto, pero como este es inevitable, lo que
quisiera es que aprendiéramos las lecciones que este nos da de humanidad,
humildad y simplicidad que es lo que verdaderamente necesitamos para ser
felices.
Pensareis que como puedo seguir viviendo
en Haití, entre tanta pobreza y miseria, entre terremotos, huracanes,
inundaciones y cólera... Lo único que podría decir es que Haití es ahora
el único lugar donde puedo estar y curar mi corazón. Haití es mi casa, mi
familia, mi trabajo, mi sufrimiento y mi alegría, y mi lugar de encuentro
con Dios.
Y si no. venid y lo veréis.
Aprovecho también para agradecer de
corazón lo que desde España habéis hecho y recogido para ayudar a Haití, soy
testigo de vuestra inmensa solidaridad y apoyo en los momentos más duros que
hemos vivido. De corazón, y en nombre de todos los haitianos, gracias.
Isa Sola RJM
Religiosa de Jesús - María
Puerto Príncipe
HAITI