El
testimonio de la misión del sacerdote Esteban Aranaz, misionero Fidei Donum en
China
OMPRESS-MADRID (20-5-14) Ayer en el marco
de las Jornadas Nacionales de Delegados de Misiones que está teniendo lugar en
Madrid, y que reúne a los responsables de la animación e impulso misionero en
las diócesis españolas, el sacerdote de Tarazona, Esteban Aranaz, presentó su
testimonio misionero. Este sacerdote, misionero en China, hasta que su diócesis
lo llamó para desempeñar el cargo de superior del seminario y, posteriormente,
de vicario general de la misma, contó cómo nació su vocación misionera “ad
gentes”. Sacerdote Fidei Donum, comenzó con un recorrido por la historia de la
Iglesia en China, una historia llena de luces y sombras: el primer obispo de
Pekín y la presencia franciscana en la Edad Media, el misionero Matteo Ricci y
el florecimiento del siglo XVII, la polémica de los ritos chinos, el impulso
del siglo XIX e inicios del XX, la persecución comunista, y la actual situación
de los católicos en China.
De su experiencia personal, Esteban Aranaz
contaba cómo, nada más llegar a Taiwán se le encomendó la Parroquia de la
Medalla Milagrosa, a pesar de su desconocimiento del idioma. Así que pasó dos
años de “ejercicios espirituales”, como calificó él esta época, aprendiendo el
chino. Gracias a este dominio del idioma pudo ser testigo directo de la
situación de la Iglesia en China. De cuando en cuando, tuvo la oportunidad de
hacer diversos viajes a la China continental. Ha tenido así conocimiento de
primera mano de la fidelidad de los católicos chinos y de la compleja situación
en la que viven. Compleja, porque en cada zona o provincia de China se disfruta
o sufre una realidad distinta dependiendo del grado de libertad concedida por
las autoridades locales. La división entre Iglesia oficial – la Iglesia
patriótica, única reconocida por el gobierno chino – y la mal llamada Iglesia
“clandestina” – la que reconoce al Papa y se une por él a toda la Iglesia
universal, se ve muy determinada por este tratamiento en las diversas zonas del
país.
De estos contactos con seminaristas,
católicos e incluso un obispo en arresto domiciliario, saca una conclusión: “no
he visto una fe más profunda que la de los católicos perseguidos en China”.